lunes, 10 de octubre de 2016

LA FAGEDA DE LA GREVOLOSA

Ayer anduve  hasta la Fageda de Grevolosa.

Un lugar salvaje, de una frondosidad  mágica.  El  cielo azul -un poco pálido- y un ambiente gratamente fresco. El musgo apelmazaba  los sonidos de la espesura. Subí solo, sin cruzarme con nadie.  Había  en el aire una resonancia, una cristalinidad , un silencio, sólo roto por el trino de los pájaros. En un recodo el agua caía en un fleco deshilachado de los anchos helechos. Verde es el color de esta fayeda. Cae el agua dulcemente como sin querer. Cae como los días de nuestra vida; la verán caer otros paseantes que en otros tiempos se dirijan, igual que nosotros, en busca de un poco de paz. La han visto caer otros , en lo pretérito, cuyos afanes, cuyos dolores, cuyas alegrías, se han disuelto ya en la lejanía.

Estos días son los días gratos, profundos, armónicos, de los bosques. Los días del Montseny  , de los valles de Olot. 

Los días en que el sentido del paisaje  se une al sentido hondo del alma.Paseo al azar, olvidado de mi  mismo. Sólo en el otoño, después de este vagabundeo espiritual, después de esta fiesta  de nuestro espíritu; sólo en el otoño rezo y me siento  querido por Él.






















































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