martes, 27 de septiembre de 2016

UNA ANÉCDOTA.

En fin, como ha pasado  mucho tiempo, y ya no trabajo en esa empresa, lo cuento.

Fue en el Hotel Vedra, de  Pontevedra. Original nombre . Como  nombrar Goza a un hotel de Zaragoza.

Me  levanté tempranito, me lavé  los  dientes, planté  un pino, regresé a la habitación , me desnudo , abro la puerta para  ir a ducharme  y...¡coño!: ¡confundí la puerta del baño con la de  la salida!.

Bien. Eso significa que estoy en pelota bolingui en el pasillo  y, lo  que es  peor, sin poder  entrar  en la misma. 

¿Qué hacer?. Recordé la parábola evangélica: cavar no puedo, mendigar me da  vergüenza. 

Mientras  pienso cómo resolver  la situación , decido que, sea cual fuese  la solución a mi problema, pasaba  por la naturalidad. 

Llamo al ascensor  para bajar a rececepción. Nadie. Subo y, antes de que me dé  tiempo a darle al 0, ¡pimba!, siento que sube  . Es un sentimiento  de  vértigo, como si fuese Neil Amstrong en el   Apolo , todo emoción y  acojone  a  la  vez.

Se abre  la puerta en no sé  qué piso. Me tapo mis partes pudendas que, al no ser nada  del otro mundo, se cubren bien con las dos manos. Y aparecen dos señoras ancianas que me miran con cara de "¡¡¡USTIÉSSSS!!!.

-  Perdonen...yo....eh....

Bajamos. Ellas , despatarradas  de risa, y yo  más  cortado que yo qué me sé.

Moraleja: no salgas del baño hasta que hayas terminado  todo, todo, todo.

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